jueves, 18 de octubre de 2012





LA UNI 


Somos muchas las que hacemos el viaje, inherente a nuestra edad, de desplazarnos desde la seguridad de nuestro hogar a la insegura Universidad de Zaragoza. Es un trasiego diario de emociones encontradas. Una sensación de hastió tardío que abotaga lo poco que de humanas nos podemos reconocer en este disfraz diario que nos ponemos, ropa y complementos aparte.
Estamos dirigidas al botox sin remisión. La vanidad nos desborda. Somos esclavas de la apariencia, pero es lo que elegimos. No somos capaces de rebelarnos a la tiranía del estar. Con las palabras decimos que lo importante es el ser, los hechos dicen que es el estar. Los sueños que el tener. Resulta que nos regimos, en definitiva, por lo onírico. Todas lo sabemos, cuéntame o sálvame mamá.
Las clases son ásperas y dolientes, los profesores no saben hacer interesante sus clases. La economía de esfuerzo nos hace ser utilitaristas, conclusión final; aprendemos poco, memorizamos mucho, olvidamos demasiado. La solución es el plan Bolonia, dicen los que no saben dar clases interesantes. Pero tal y como dicen en otro artículo: “lo mejor nunca es lo bueno”. Somos la generación desengañada; con 19 años y pienso en lo que me queda, que pereza mamá.
CRISTINA LOPEZ  

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